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Recuperar la democracia europea

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Cada día cuesta más afirmar que Europa es totalmente democrática. Y cada día cuesta más afirmar que la UE se cree y hace cumplir los propios valores que predica por el mundo.

Pero, ¡ojo! La democracia, como se ha repetido incontablemente, no consiste sólo en votar. Si no que se le atribuyen toda una serie de valores y derechos fundamentales, propios de cualquier sociedad desarrollada, y que en general coinciden con toda esa serie de derechos y libertades fundamentales que las constituciones y tratados europeos suelen proteger.

Pero nada de lo dicho aquí quita la razón al fondo del artículo de este post: la democracia se está perdiendo y no está garantizada. Así lo afirmaba un estudio reciente del think-thank Demos, titulado ‘La democracia en Europa no se puede dar por garantizada’.

Pero no nos engañemos. La caída de los valores democráticos en las sociedades europeas no viene precisamente de la mano (o culpa) de la propia Unión Europea como organización o super-Estado, si no que, de nuevo, nos encontramos ante la mano negra de los Estados que, con cuyas políticas nacionales, interesadas o no, menosprecian y limitan los valores democráticos.

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Encontramos, desgraciadamente, cada vez más casos. En Grecia, por ejemplo, los nazis han estado en gran medida ‘amparados’ por la mirada laxa de sus gobernantes, que hasta que no murió un griego, no decidieron empezar a arrestar a los nazis. En Italia, Berlusconi, cuando gobernaba, se modificaba las leyes a su favor y propio interés…y luego volvía a ser muy votado. En Francia, los Gobiernos, de indistinto color, han criminalizado y llegado a expulsar a los europeos del este y a otros étnias, como a los gitanos. Esto por no hablar de las manifestaciones anti-gays que son más propias de Rusia o de la Europa del este profunda que de la República francesa cuyos valores siempre habían sido tan envidiados y respetados.

Si seguimos indagando por los Estados de la UE, podríamos encontrar algunos otros ejemplos: el famoso caso de espionaje mundial, dónde los servicios secretos británicos también participaron, o el misterio que produce que Assange aún siga en la embajada de Ecuador en Londres refugiado porque ni UK ni Suecia garantizan que Assange pueda tener un trato justo e imparcial en Estados Unidos si finalmente lo extraditaran. El caso Snowden también fue bastante llamativo, pues se observó como varios países cedieron a parte de sus principios, ya no solo porque no dejaron volar a Evo Morales, si no porque su objetivo era atrapar a Snowden y enviarlo a EEUU, en vez de protegerlo (especialmente cuando gracias a él se ha sabido como EEUU ha estado ‘traicionando a sus aliados’ durante años). Otro ejemplo claro y sonado sería el de Hungría, dónde su presidente, Viktor Orban, se ha montado un Estado a su gusto y regusto…a pesar de la persecución europea.

Pero no hace falta irse tan lejos. Si nos centramos en España, nos encontraremos ante decenas de casos que, de una u otra manera, perjudican los valores democráticos. De hecho, muy recientemente, la OSCE criticaba que el Gobierno Español se hubiera negado a que se enviaran observadores internacionales a controlar las manifestaciones antimonárquicas que se dieron el último fin de semana de septiembre. Y, si seguimos profundizando, nos podríamos sentar en la persecución política de algunos jueces del sistema judicial español así como la inmunidad general que parece se da a criterio interesado del Gobierno con los indultos. E incluso, podríamos llegar a hablar del clientelismo existente en España respecto a los cargos públicos y la adjudicación de contratos, recientemente castigada por la Comisión Europea. Y, mucho más reciente, nos encontramos ante el intento de censura del Gobierno Español contra Bloomberg. 

Si somos objetivos, nos daríamos cuenta de que todas y cada una de estas medidas  han sido llevadas a cabo por los Estados Nacionales. Es decir, por los Gobiernos Nacionales. Ni por la UE, ni por terceros ni por otras organizaciones.

Si seguimos siendo objetivos, veríamos de que precisamente quien ha alzado la voz contra gran parte de estas medidas que se han ido llevando a cabo, han sido las instituciones de la UE. En especial, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y sus agencias.

Sin embargo, ahora que la democracia empieza a recular en el seno de la UE, es cuando nos damos cuenta de que falta algo impensable para paliar esto: herramientas. Probablemente nadie pensó en su día sobre esto, pues nadie se planteaba que lo que está pasando últimamente fuera posible. Pero en época de crisis…

La construcción de cualquier Estado, incluso los que llamamos civilizados y democráticos, se dotan de una serie de herramientas legales que cuando se vulneran ciertos principios y derechos actúan para tratar de protegerlos. Es decir, ni en las democracias más avanzadas es posible afirmar que la democracia estaría al 100% garantizada, pues siempre aparece quien pretende hacerse con ella. Pero son estos instrumentos, especialmente el sistema judicial, el que la protege.

Pero, ¿quién controla a los Estados? A diferencia de los individuos, los Estados tienen el monopolio del llamado poder y, sobre todo, de los instrumentos necesarios que pueden hacer mejorar o empeorar la democracia y sus valores.

La desgracia de la Unión Europea respecto al cumplimiento de los valores democráticos en los diferentes países UE siempre ha sido el mismo: la existencia (o no existencia) de instrumentos que permitan paliar estas vulneraciones democráticas por parte de los Estados,  pues como se ha demostrado con el caso de Hungría, no se disponen de los medios e instrumentos necesarios para garantizar la democracia y sus valores una vez ya se está dentro de la UE. Es decir, si un día el Gobierno finlandés decide que Finlandia deja de ser una democracia para convertirse en una dictadura, esta posición sería contraria a los Tratados de la UE, pero oficialmente no existiría un instrumento realmente coercitivo que permitiera a Finlandia volver al cauce democrático a través de la presión europea.

Si nos volvemos a parar a pensar, en ocasiones se tilda injustamente a algunas instituciones de la UE de ser antidemocráticas. Pero la gracia es que si lo comparamos con el funcionamiento de la gran mayoría de los Estados, en especial en aquellos donde las mayorías absolutas o grandes mayorías suelen ser el pan de cada elección, veríamos que lo que caracteriza a la UE en su toma de decisiones es precisamente el caos que conlleva el deber de negociar, pactar, modificar y re-modificar al gusto de todos toda su normativa y política. ¿No es más democrática que todos hablen y aporten que no que sólo decida un partido o una gran mayoría?

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La Unión Europea en sí aún está lejos de ser una democracia perfecta, pues para ello falta que el Parlamento Europeo sea la institución central de la UE y tenga mucho más poder del que ahora tiene. Volvemos, como siempre, a la necesidad de construir la federación europea. Pero conviene que las críticas no sean sólo hacia la UE, si no hacia los Estados, los verdaderos infractores de los valores democráticos.

¿Cómo recuperar y garantizar la democracia? Para empezar hay que votar. Es la mejor manera de decir que estamos presentes y que queremos formar parte de nuestro futuro. En segundo lugar, reformar los Tratados o la legislación europea para instaurar instrumentos que permitan restaurar la democracia e sancionar a sus infractores, incluso con la amenaza real de expulsión de la UE. Y, en tercer lugar, volvemos donde siempre: la necesidad de hacer más y mejor Europa.



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